No siempre la canalla fascista había sentido animadversión por este sacerdote, quien desde su juventud religiosa se sintió atraído por el Opus Dei. Fue celebrado por la godarria oligárquica y los militares vende-patria cuando fue nombrado Monseñor de San Salvador.Si, Oscar Arnulfo Romero llega al Arzobispado como tantos otros sacerdotes, educados por y para la defensa de las clases dominantes y con muy poco conocimiento de la "realidad" del pueblo llano. Solo que era además, un hombre sensible, inteligente y sobre todo muy humilde, consciente de su responsabilidad con la fe que profesaba. Condiciones que al contacto con la realidad de su pueblo aplastado por la bota de la dictadura y de la guerra, inducida mas que todo por el elementoimperialista; ante el testimonio desgarrador de las victimas de la brutal represión que diariamente acudían ante su confesor, la identificación con la causa de los pobres se hizo inevitable.Así lo reseña Oswaldo Ulloa en su escrito para "Panorama Cultural". con fecha: 23/03/2.005: "El contacto con los familiares de las víctimas del régimen que lo llevaría a decirle al gobierno EN NOMBRE DE DIOS, PARE LA REPRESIÓN y en un acto de valentía que se ve sólo enlos grandes hombres, llamó por la Radio a las tropas a desobedecer a sus superiores cuando se tratara de ordenes inmorales que significaran seguir con el genocidio. En sus Misas Dominicales daba con exactitud las violaciones a los Derechos humanos, quienes habían sido afectados, donde, qué había pasado con ellos y quienes eran los victimarios…Monseñor Oscar Romero decía que el pueblo lo había convertido a Cristo y con palabras que recuerdan a otros mártires de las luchas populares indicó que lo podrían asesinar pero que resucitaría en el pueblo salvadoreño.Cada vez con más pasión, su voz se elevaba domingo tras domingo en la eucaristía, denunciando los desmanes de la dictadura de Dualde, cual lo hizo ante Herodes Juan el Bautista. La bilis de los torturadores y asesinos del pueblo salvadoreño hirvió ante la predica dominical de Oscar Arnulfo Romero, ya no soportaban mas la verdad en los labios de alguien que era oído dentro y fuera de El Salvador con admiración y con respeto. Los verdugos del pueblo salvadoreño, urdieron su plan paraacallar la verdad, como siempre lo ha hecho: asesinando.Fueron muchos los atentados contra la vida de Monseñor y de las personas de su entorno, así fue como cayó brutalmente asesinado su amigo el sacerdote Rutilio Grande.El 24 de Marzo de 1980 cayó abatido por las balas del odioy del egoísmo Monseñor Arnulfo Romero Arias en plena Eucaristía en elacto de consagración de la hostia."El Reino está ya misteriosamente presenteen nuestra tierra;cuando venga el Señor, se consumará su perfección. Ésta es la esperanza que nos alienta a los cristianos.Sabemos que todo esfuerzo por mejorar una sociedad,sobre todo cuando está tan metida esainjusticia y el pecado,es un esfuerzo que Dios bendice, que Dios quiere,que Dios nos exige."Monseñor Arnulfo Romero AriasEl mismo día de su asesinato.
DOMINGO, 2 de abril de 1978
A las ocho, como de costumbre, celebré la Santa Misa en la Catedral siempre abarrotada de fieles que acuden hasta desde el parque de enfrente. Leí, con pequeños comentarios, el comunicado del Arzobispado que se refiere a los acontecimientos de San Pedro Perulapán y que se puede leer íntegro en el archivo.
Y el núcleo principal de mi pensamiento fue en torno de las lecturas bíblicas con este tema: «Cristo resucitado vive y vive en su comunidad de cristianos en esta tierra».
Expliqué las características del Cristo resucitado como lo confesó Santo Tomás: Señor y Dios, mensajero y artífice de la redención de los hombres; su saludo de paz es la síntesis de ese regalo que el Padre nos mandó en Cristo, la salvación. Lo presenté también, al Resucitado, como el objeto de nuestras esperanzas en la Iglesia peregrina, anhelando el encuentro con ese Cristo que ha de volver. Y en mi segundo pensamiento expliqué las características de esta comunidad cristiana que en el mundo lleva el espíritu de Cristo. El evangelio nos cuenta como Cristo resucitado envió a la Iglesia, así como el Padre lo había enviado a él; y que soplando sobre la nueva Iglesia, como Dios en el paraíso sobre el barro de Adán, le inspiró [4] la nueva vida que la Iglesia tiene que llevar al mundo: «recibid el Espíritu Santo». Las características de la comunidad están en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles donde el libro dice que aquella multitud llevaba una vida común, era una comunidad donde abundaba la oración, se reunían en la fracción del pan y vivían la gran esperanza. Éstas fueron, pues, las ideas de cómo debe ser la Iglesia, la comunidad que sigue a Cristo y que es presencia de Cristo en este mundo, misión salvadora de Cristo. Una comunidad de vida que va creciendo y es una comunidad donde la vida encuentra la salvación. Así dice el libro de los Hechos: «...iba aumentándose por parte de aquellos que debían salvarse». Comunidad de vida también que manifestaba su comunión participando mutuamente los bienes de Dios, hasta los bienes naturales se ponían al servicio de todos. Comunidad de vida por su buena fama que crecía, con una autoridad que eran los apóstoles. Pero, en segundo lugar, principalmente era una comunidad de fe, y esto es lo que distingue a la sociedad Iglesia de cualquier otra sociedad o agrupación u organización humana. Llamé mucho la atención sobre esto para no confundir a la Iglesia con otros organismos y atribuírsele a ella las falsas calumnias que ahora se le están atribuyendo como autora de violencia. Les dije que esta comunidad en la fe y en el Espíritu tenía que ser una comunidad en la obediencia a la doctrina de los apóstoles, una comunidad de oración y una comunidad que se alimenta con los signos sacramentales; y finalmente, una comunidad escatológica que vive, pues, la esperanza de un más allá.
A las tres de la tarde asistí a la invitación que me habían hecho las hermanas salesianas en el colegio María Auxiliadora, donde tienen su oratorio festivo para muchachas. Se había preparado una confirmación de jóvenes y la misa resultó muy hermosa. El canto vibraba con un entusiasmo único. A la hora del evangelio les expliqué aquel soplo de Jesús a la comunidad: era el Espíritu de Dios que se daba a los que creyeran en Jesucristo. Les expliqué la confirmación, el sentido, el rito. Y les administré este sacramento del Espíritu Santo. Eran como cuarenta jóvenes preparadas para esta tarde con el sacramento de la confirmación.
Por la noche, a las seis y media, en la Colonia Miramonte, en la iglesia parroquial de la Resurrección -es la fiesta patronal de esta parroquia que lleva el título de la Resurrección del Señor- la comunidad parroquial asistía muy numerosa, llenaba la iglesia; los padres agustinos y otros padres de la vicaría de esa zona de la ciudad, concelebramos la Santa Misa.
Prediqué el Evangelio, hice alusión a la tumba vacía de Jesucristo resucitado y a la tumba cerrada del padre Alfonso Navarro que el año pasado, precisamente en esta fiesta, había mostrado todo su entusiasmo de párroco con una parroquia que es testimonio de la Resurrección de Cristo. Su tumba cerrada, después de haberlo asesinado, uno de los dos sacerdotes que [5] cayeron muertos por las balas el año recién pasado. Esa tumba cerrada podía significar como un fracaso de la redención y de la resurrección de Cristo y, sin embargo, era el signo de una esperanza; nuestros muertos han de resucitar y las tumbas de nuestros muertos que hoy están selladas con el triunfo de la muerte, un día serán también como la de Cristo: tumbas vacías. La tumba vacía de Cristo es una evocación al triunfo definitivo, a la redención consumada. Mientras tanto, hay que luchar, hay que trabajar para que el mensaje de esa tumba vacía de Cristo ilumine de esperanza todo nuestro trabajo en la tierra hasta la consumación de la redención del Señor.
Después de la misa, la comunidad parroquial de Miramonte había preparado una merienda en la que todos los que estaban en misa participaron. Una experiencia preciosa de sentido familiar de la parroquia. Los padres agustinos que presiden esta parroquia son dignos de elogio porque han trabajado con entusiasmo y siguen trabajando una comunidad parroquial modelo.
A las ocho, como de costumbre, celebré la Santa Misa en la Catedral siempre abarrotada de fieles que acuden hasta desde el parque de enfrente. Leí, con pequeños comentarios, el comunicado del Arzobispado que se refiere a los acontecimientos de San Pedro Perulapán y que se puede leer íntegro en el archivo.
Y el núcleo principal de mi pensamiento fue en torno de las lecturas bíblicas con este tema: «Cristo resucitado vive y vive en su comunidad de cristianos en esta tierra».
Expliqué las características del Cristo resucitado como lo confesó Santo Tomás: Señor y Dios, mensajero y artífice de la redención de los hombres; su saludo de paz es la síntesis de ese regalo que el Padre nos mandó en Cristo, la salvación. Lo presenté también, al Resucitado, como el objeto de nuestras esperanzas en la Iglesia peregrina, anhelando el encuentro con ese Cristo que ha de volver. Y en mi segundo pensamiento expliqué las características de esta comunidad cristiana que en el mundo lleva el espíritu de Cristo. El evangelio nos cuenta como Cristo resucitado envió a la Iglesia, así como el Padre lo había enviado a él; y que soplando sobre la nueva Iglesia, como Dios en el paraíso sobre el barro de Adán, le inspiró [4] la nueva vida que la Iglesia tiene que llevar al mundo: «recibid el Espíritu Santo». Las características de la comunidad están en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles donde el libro dice que aquella multitud llevaba una vida común, era una comunidad donde abundaba la oración, se reunían en la fracción del pan y vivían la gran esperanza. Éstas fueron, pues, las ideas de cómo debe ser la Iglesia, la comunidad que sigue a Cristo y que es presencia de Cristo en este mundo, misión salvadora de Cristo. Una comunidad de vida que va creciendo y es una comunidad donde la vida encuentra la salvación. Así dice el libro de los Hechos: «...iba aumentándose por parte de aquellos que debían salvarse». Comunidad de vida también que manifestaba su comunión participando mutuamente los bienes de Dios, hasta los bienes naturales se ponían al servicio de todos. Comunidad de vida por su buena fama que crecía, con una autoridad que eran los apóstoles. Pero, en segundo lugar, principalmente era una comunidad de fe, y esto es lo que distingue a la sociedad Iglesia de cualquier otra sociedad o agrupación u organización humana. Llamé mucho la atención sobre esto para no confundir a la Iglesia con otros organismos y atribuírsele a ella las falsas calumnias que ahora se le están atribuyendo como autora de violencia. Les dije que esta comunidad en la fe y en el Espíritu tenía que ser una comunidad en la obediencia a la doctrina de los apóstoles, una comunidad de oración y una comunidad que se alimenta con los signos sacramentales; y finalmente, una comunidad escatológica que vive, pues, la esperanza de un más allá.
A las tres de la tarde asistí a la invitación que me habían hecho las hermanas salesianas en el colegio María Auxiliadora, donde tienen su oratorio festivo para muchachas. Se había preparado una confirmación de jóvenes y la misa resultó muy hermosa. El canto vibraba con un entusiasmo único. A la hora del evangelio les expliqué aquel soplo de Jesús a la comunidad: era el Espíritu de Dios que se daba a los que creyeran en Jesucristo. Les expliqué la confirmación, el sentido, el rito. Y les administré este sacramento del Espíritu Santo. Eran como cuarenta jóvenes preparadas para esta tarde con el sacramento de la confirmación.
Por la noche, a las seis y media, en la Colonia Miramonte, en la iglesia parroquial de la Resurrección -es la fiesta patronal de esta parroquia que lleva el título de la Resurrección del Señor- la comunidad parroquial asistía muy numerosa, llenaba la iglesia; los padres agustinos y otros padres de la vicaría de esa zona de la ciudad, concelebramos la Santa Misa.
Prediqué el Evangelio, hice alusión a la tumba vacía de Jesucristo resucitado y a la tumba cerrada del padre Alfonso Navarro que el año pasado, precisamente en esta fiesta, había mostrado todo su entusiasmo de párroco con una parroquia que es testimonio de la Resurrección de Cristo. Su tumba cerrada, después de haberlo asesinado, uno de los dos sacerdotes que [5] cayeron muertos por las balas el año recién pasado. Esa tumba cerrada podía significar como un fracaso de la redención y de la resurrección de Cristo y, sin embargo, era el signo de una esperanza; nuestros muertos han de resucitar y las tumbas de nuestros muertos que hoy están selladas con el triunfo de la muerte, un día serán también como la de Cristo: tumbas vacías. La tumba vacía de Cristo es una evocación al triunfo definitivo, a la redención consumada. Mientras tanto, hay que luchar, hay que trabajar para que el mensaje de esa tumba vacía de Cristo ilumine de esperanza todo nuestro trabajo en la tierra hasta la consumación de la redención del Señor.
Después de la misa, la comunidad parroquial de Miramonte había preparado una merienda en la que todos los que estaban en misa participaron. Una experiencia preciosa de sentido familiar de la parroquia. Los padres agustinos que presiden esta parroquia son dignos de elogio porque han trabajado con entusiasmo y siguen trabajando una comunidad parroquial modelo.
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