Discurso de Xochimilco.

Sumando Escuelas.

  • En movimiento.. - * ¿Que le queda a los jovenes? Mario Benedetti* *¿Qué les queda por probar a los jóvenesen este mundo de paciencia y asco?¿sólo graffiti? ¿roc...
    Hace 12 años

jueves, 19 de junio de 2008

Aquel peronismo de juguete - Osvaldo Soriano











Aquel peronismo de juguete. - Osvaldo Soriano

Cuando yo era chico Perón era nuestro Rey Mago: el 6 de Enero bastaba con ir al correo que nos dieran un oso de felpa, una pelota o una muñeca para las chicas. Para mi padre eso era una verguenza: hacer la cola delante de una ventanilla que decía 'Perón cumple, Evita dignifica', era confesarse pobre y peronista. Y mi padre, que era empleado público y no tenía la tosudez de Bartleby el escribiente, odiaba a Perón y a su régimen como se aborrecen las peras en compota o ciertos pecados tardíos.



Estar en la fila agitaba el corazón: ¿quedaría todavía una pelota de fútbol cuando llegáramos a la ventanilla? ¿o tendríamos que contentarnos con un camión de lata, acaso con la miniatura del coche de Fangio? Mirábamos con envidia a los chicos que se iban con una caja de los soldaditos de plomo del general San Martín: ¿ se llevaban eso porque ya no habría otra cosa, o porque le gustaba jugar a la guerra? Yo rogaba por una pelota, de aquellas de tiento, que tenían cualquier forma menos redonda.



En aquella tarde de 1950 no pude tenerla. Creo que me dieron una lancha a alcohol que yo ponía a navegar en un hueco lleno de agua, abajo de un limonero. Tenía que hacer olas con las manos para que avanzara. La caldera funcionó sólo un par de veces pero todavía me queda la nostalgia de aquel chuf, chuf, chuf , que parecía un ruido de verdad, mientras yo soñaba con islas perdidas y amigos y novias de diecisiete años. Recuerdo que ésa era la edad que entonces tenían para mí las personas grandes.



Rara vez la lancha llegaba hasta la otra orilla. Tenía que robarle la caja de fósforos a mi madre para prender una y otra vez el alcohol y Juana y yo,que íbamos a bordo, enfrentábamos tiburones, alimañas y piratas emboscados en el Amazonas pero mi lancha peronista era como esos petardos de Año Nuevo que quemaban sin explotar.



El general nos envolvía con su voz de mago lejano. Yo vivía a mil kilómetros de Buenos Aires y la radio de onda corta traía su tono ronco y un poco melancólico. Evita, en cambio, tenía un encanto de madre severa, con ese pelo rubio atado a la nuca que le disimulaba la belleza de los treinta años.



Mi padre desataba su santa cólera de contrera y mi madre cerraba puertas y ventanas para que los vecinos no escucharan. Tenía miedo de que perdiera el trabajo. Sospecho que mi padre, como casi todos los funcionarios, se había rebajado a aceptar un carné del Partido para hacer carrera en Obras Sanitarias. Para llegar a jefe de distrito en un lugar perdido de la Patagonia, donde exhortaba al patriotismo a los obreros peronistas que instalaban la red de agua corriente.
Creo que todo, entonces, tenía un sentido fundador. Aquel 'sobrestante' que era mi padre tenía un solo traje y dos o tres corbatas, aunque siempre andaba impecable. Su mayor ambición era tener un poco de queso para el postre. Cuando cumplió cuarenta años, en los tiempos de Perón, le dieron un crédito para que se hiciera una casa en San Luis. Luego, a la caída del general, la perdió, pero seguía siendo un antiperonista furioso.



Después del almuerzo pelaba una manzana, mientras olía las protestas de mi madre porque el sueldo no alcanzaba. De pronto golpeaba el puño sobre la mesa y gritaba: ' !No me voy a morir sin verlo caer!'. Es un recuerdo muy intenso que tengo, uno de los más fuertes de mi infancia: mi padre pudo cumplir su sueño en los lluviosos días de setiembre de 1955, pero Perón se iba a vengar de sus enemigos y también de mi viejo que se murió en 1974, con el general de nuevo en el gobierno.



En el verano del 53, o del 54, se me ocurrió escribirle. Evita ya había muerto y yo había llevado el luto. No recuerdo bien:fueron unas pocas líneas y él debía recibir tantas cartas que enseguida me olvidé del asunto. Hasta que un día un camión del correo se detuvo frente a mi casa y de la caja bajaron un paquete enorme con una esquela breve: ' Acá te mando las camisetas. Pórtense bien y acuérdense de Evita que nos guía desde el cielo' Y firmaba Perón, de puño y letra. En el paquete había diez camisetas blancas con cuello rojo y una amarilla para el arquero. La pelota era de tiento, flamante como las que tenían los jugadores en las fotos de El Gráfico.



El general llegaba lejos, más allá de los ríos y los desiertos. Los chicos lo sentíamos poderoso y amigo. 'En la Argentina de Evita y Perón los únicos privilegiados son los niños', decían los carteles que colgaban en las paredes de la escuela.¿ Cómo imaginar, entonces, que eso era puro populismo demagógico?



Cuando Perón cayó, yo tenía doce años. A los trece empecé a trabajar como aprendiz en uno de esos lugares de Río Negro donde envuelven las manzanas para la exportación. Choice se llamaban las que iban al extranjero; Standart las que quedaban en el país. Yo les ponía el sello a los cajones. Ya no me ocupaba de Perón: su nombre y el de Evita estaban prohíbidos. Los diarios llamaban 'tirano prófugo' al general. En los barrios pobres las viejas levantaban la vista al cielo porque esperaban un famoso avión negro que lo traería de regreso.



Ese verano conocí mis primeros anarcos y rojos que discutían con los peronistas una huelga larga. En Marzo abandonamos el trabajo. Cortamos la ruta, fuimos en caravana hasta la plaza y muchos gritaban ' Viva Perón, carajo'. Entonces cargaron los cosacos y recibí mi primera paliza política. Yo ya había cambiado a Perón por otra causa, pero los garrotazos los recibía por peronista. Por la lancha a alcohol que nunca anduvo. Por las camisetas de fútbol y la carta aquella que mi madre extravió para siempre cuando llegó la Libertadora.



No volví a creer en Perón, pero entiendo muy bien por qué otros necesitan hacerlo. Aunque el país sea distinto, y la felicidad esté tan lejana como el recuerdo de mi infancia al pie del limonero, en el patio de mi casa.








Osvaldo Soriano.

Los golpes militares.

Cuba 50 años.

No dejemos de reclamar...

No dejemos de reclamar...
Ni olvido ni perdón...

Capaña contra la intolerancia. Por un Mundo de todos y sin desigualdades.‏

Capaña contra la intolerancia. Por un Mundo de todos y sin desigualdades.‏
'Tu Cristo es judío, tu escritura es latina, tus números son árabes, tu democracia es griega, tu equipo de música es japónes, tu balón es de Corea, tu videoconsola es de Hong Kong, tu camisa es de Tailandia, tus estrellas futbolísticas son de Brasil, tu reloj es suizo, tu pizza es italiana. ¿Y tú eres el que mira a ese trabajador inmigrante como a un despreciable extranjero?'

Los indios no tienen alma.

Son diez los muertos por desnutrición...

Son diez los muertos por desnutrición...
Los chicos, despreocupados, corren por las polvorientas calle de Fontana. Son aborígenes y criollos que viven en los barrios Cacique Pelayo, Villa Allín y Balastro, donde la degradación humana está a la vista. Allí, la pobreza golpea con rigor. Hoy, la pobreza y la desnutrición se observa a cada paso. Cuando uno concurre a los centros de salud, hay temor de hablar, más aún cuando se trata de obtener estadísticas. "Tienen que pedir en el Ministerio de Salud", es la frase más común. En realidad, se atiende bien a las personas que concurren, pero después de brindar remedios, hierro para las mujeres anémicas y leche para los chicos, el drama se repite: en sus casas no tienen qué comer."Hábitos culturales" El ministro Ricardo Mayol negó así que hubiera habido abandono de persona por parte del Estado y aceptó que la desnutrición existió en los casos señalados, aunque la atribuyó a "hábitos culturales" de los aborígenes. "No hubo abandono. Además, hay hábitos culturales, estilos. Ellos tienen su manera de comer, su manera de alimentarse, y a veces no aceptan la nuestra. Entonces son una serie de cosas que no son sencillas. No estamos haciendo abandono de nada", sentenció. Germán Bournissen, coordinador del Equipo Nacional de Pastoral Aborigen, denunció: "Es verdad que los aborígenes mantienen su medicina tradicional, pero saben bien que hay enfermedades como la tuberculosis que deben tratar en los centros médicos. Lo que sucede es que se acercan a los hospitales y no reciben la atención adecuada". Bournissen sostuvo: "Más que una cuestión de salud, es un problema de soberanía alimentaria porque la desnutrición es el último eslabón de una cadena que comienza con la destrucción del monte donde viven los aborígenes, que es su fuente de alimentación".

DESPABÍLATE AMOR-Mario Benedetti

DESPABÍLATE AMOR-Mario Benedetti
Bonjour buon giorno guten morgen. despabílate amor y toma nota...sólo en el tercer mundo mueren cuarenta mil niños por día...en el plácido cielo despejado flotan los bombarderos y los buitres...cuatro millones tienen sida la codicia depila la amazonia...buenos días good morning...despabílate...en los ordenadores de la abuela O.N.U no caben más cadáveres de Ruanda...los fundamentalistas degüellan a extranjeros...predica el papa contra los condones...havelange estrangula a maradona...bonjour monsieur le maire...forza italia buon giorno...guten morgen ernst junger...opus dei buenos días...good morning hiroshima...despabílate amor...que el horror amanece

Eduardo Longoni - Violencia.

Contribuyentes

EL ANGEL DE LA BICICLETA

EL ANGEL DE LA BICICLETA
"El ángel de la bicicleta" es la historia de Claudio Lepratti, alias "Pocho".Pocho era un muchacho de 35 años que vivía en el barrio Ludueña, sirviendo a la gente como integrante de la comunidad salesiana. Pocho trabajaba en una escuelita de bajos recursos de Rosario, colaborando con un comedor infantil. Su característica era que se movilizaba en su bicicleta y que siempre estaba dispuesto a ayudar a su prójimo.Claudio ―Pocho para todos sus amigos― era 'un pacífico, comprometido con el barrio; el sueldo que sacaba en la escuela lo ponía a disponibilidad de la gente de la villa que lo necesitaba', cuenta, con marcada tristeza, el padre Néstor Gastaldi."El ángel de la bicicleta, le decíamos, porque andaba en su bicicleta, estaba enterándose y buscando la ayuda para cada familia", recuerda el padre Gastaldi. En diciembre del 2001, en medio de la situación sociopolítica que vivía la Argentina, fue asesinado de un balazo en la garganta, mientras le pedía a la policía que no disparase contra el comedor donde él colaboraba, ya que adentro había chicos comiendo. Después de aquel asesinato, por las calles de Rosario se ven las pintadas con una bicicleta alada, recordando a "Pocho".

No nos olvidemos de...

No nos olvidemos de...
José Luis Cabezas