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miércoles, 12 de agosto de 2009

Masacre indígena de Napalpí: 80 años de impunidad

Masacre indígena de Napalpí: 80 años de impunidad
por Darío Aranda

El gobernador chaqueño, Fernando Centeno, ordenó: "Procedan con rigor para con los sublevados". El 19 de julio de 1924, a la mañana, la policía rodeó la Reducción Aborigen de Napalpí, de población toba y mocoví, y durante 45 minutos no dejaron descansar los fusiles. No perdonaron a ancianos, mujeres ni niños. A todos mataron y, como trofeos de guerra, cortaron orejas, testículos y penes, que luego fueron exhibidos como muestra de patriotismo en la localidad cercana de Quitilipi. Los asesinados fueron más de 200 aborígenes que se negaban a seguir siendo explotados, que reclamaban una paga justa para cosechar el algodón de los grandes terratenientes. Para justificar la matanza la versión oficial esgrimió "sublevación indígena". Era el mismo período de las masacres de obreros en la Patagonia, años en los que en el norte argentino solía hablarse de rebeliones indígenas para justificar el asesinato de pobladores originarios que resistían su inclusión definitiva a un mercado de trabajo que exprimía vidas a bajo precio. A 80 años de aquella masacre, no hubo actos oficiales, pero los pobladores originarios recordaron la matanza en cada comunidad.

En 1895 la superficie sembrada de algodón en el Chaco era de sólo 100 hectáreas. Pero el precio internacional ascendía y los campos del norte comenzaron a inundarse de capullos blancos donde trabajaban jornadas eternas miles de hombres de piel oscura. En 1923 los sembradíos chaqueños de algodón ya alcanzaban las 50.000 hectáreas. Pero también debían multiplicarse los brazos que recojan el "oro blanco".
El 12 de octubre de 1922, el radical Marcelo T. de Alvear había reemplazado en la presidencia a Hipólito Yrigoyen y el Territorio Nacional del Chaco ya se perfilaba como el primer productor nacional de algodón. Pero en julio de 1924 los pobladores originarios toba y mocoví de la Reducción Aborigen de Napalpí a 120 kilómetros de Resistencia se declararon en huelga: denunciaban los maltratos, la explotación de los terratenientes. Los ingenios de Salta y Jujuy ofrecieron mejor paga. Hacía allá intentaron ir los pobladores, pero el gobernador Centeno prohibió a los indígenas abandonar el Chaco. El indio no podía trabajar su propia tierra, su única alternativa era seguir cosechando como esclavo, pero igual se resistía. El 18 de julio, y con la excusa de un supuesto malón indígena, Centeno dio la orden.
A la mañana del 19 de julio, 130 policías y algunos civiles partieron desde la localidad de Quitilipi hasta Napalpí. Después de 45 minutos de disparar los Winchester y Máuser a todo lo que se movía, hubo silencio y humareda de los fusiles. Los heridos -fueran hombres, mujeres o niños- fueron asesinados a machetazos. El periódico Heraldo del Norte recordó, a finales de la década del 20, el hecho: "Como a las nueve, y sin que los inocentes indígenas hicieran un sólo disparo, hicieron repetidas descargas cerradas y enseguida, en medio del pánico de los indios (más mujeres y niños que hombres), atacaron. Se produjo entonces la más cobarde y feroz carnicería, degollando a los heridos sin respetar sexo ni edad".
El 29 de agosto --cuarenta días después de la matanza--, el ex director de la Reducción de Napalpí Enrique Lynch Arribálzaga escribió una carta que fue leída en el Congreso Nacional: "La matanza de indígenas por la policía del Chaco continúa en Napalpí y sus alrededores; parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presente en la carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos si viene la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados".
En el libro "Memorias del Gran Chaco", de la historiadora Mercedes Silva, se confirma el hecho y cuenta que el mocoví Pedro Maidana, uno de los líderes de la huelga, corrió esa suerte. "Se lo mató en forma salvaje y se le extirparon los testículos y una oreja para exhibirlos como trofeo de batalla", asegura.
En el libro "Napalpí, la herida abierta", el periodista Vidal Mario detalla: "El ataque terminó en una matanza, en la más horrenda masacre que recuerda la historia de las culturas indígenas en el presente siglo. Los atacantes sólo cesaron de disparar cuando advirtieron que en los toldos no quedaba un indio que no estuviera muerto o herido. Los heridos fueron degollados, algunos colgados. Entre hombres, mujeres y niños fueron muertos alrededor de doscientos aborígenes y algunos campesinos blancos que también se habían plegado al movimiento huelguista".
Un reciente microprograma de la Red de Comunicación Indígena destaca: "Se dispararon más de 5000 tiros y la orgía de sangre incluyó la extracción de testículos, penes y orejas de los muertos, esos tristes trofeos fueron exhibidos en la comisaría de Quitilipi. Algunos muertos fueron enterrados en fosas comunes, otros fueron quemados". En el mismo audio, el cacique toba Esteban Moreno, contó la historia que es transmitida de generación en generación. "En las tolderías aparecieron soldados y un avión que ametrallaba. Los mataron porque se negaban a cosechar. Nos dimos cuenta que fue una matanza porque sólo murieron aborígenes, tobas y mocovíes, no hay soldados heridos, no fue lucha, fue masacre, fue matanza, por eso ahora ese lugar se llama Colonia La Matanza".
La Reducción de Napalpí -palabra toba que significa lugar de los muertos- había sido fundada en 1911, en el corazón del Territorio Nacional del Chaco. Las primeras familias que se instalaron eran de las etnias Pilagá, Abipón, Toba, Charrúa y Mocoví. El corresponsal del diario La Razón, Federico Gutiérrez, escribió en julio de 1924: "Muchas hectáreas de tierra flor están en poder los pobres indios, quitarles esas tierras es la ilusión que muchos desean en secreto".
A ochenta años de la Masacre de Napalpí, aún nadie fue sancionado, el crimen permanece impune y las escasas tierras que permanecen en manos aborígenes les siguen siendo arrebatadas.
-Paradigma del despojo
Napalpí no fue una matanza aislada, sino una práctica recurrente del poder político y los terratenientes --con la mano de obra policial o militar-- para privar a los pobladores originarios de su forma ancestral de vida e introducirlos por la fuerza al sistema de producción. Todos los historiadores revisionistas coinciden en esa mirada y, en el libro "La violencia como potencia económica: Chaco 1870-1940", Nicolás Iñigo Carrera afirma: "Los aborígenes de la zona chaqueña vivían sin la necesidad de pertenecer al mercado capitalista. La violencia ejercida hacia ellos, por la vía política con la represión y por la vía económica tuvo como objetivo eliminar sus formas de producción y convertirlos en sujetos sometidos al mercado".
"Se comenzó a privar a los indígenas de sus condiciones materiales de existencia. Se inició así un proceso que los convertía en obreros obligados a vender su fuerza de trabajo para poder subsistir, premisa necesaria para la exitencia de capital. Un modo de vivir había sido destruido", destaca Iñigo Carrera en su libro.
Además de someterlos, el Gobierno quería ampliar los cultivos, dar tierra a grandes terratenientes y concentrar a los indígenas en reservas. Siempre la versión oficial, "civilizadora y cristiana", hablaba de malones o enfrentamientos despiadados. Pero los muertos siempre eran pobladores originarios. Sobre los imaginarios combates, el historiador Alberto Luis Noblía remarcó que "las naciones aborígenes chaqueñas no practicaron el malón, usual en otros pueblos.
Todo lo contrario, los inmigrantes llegados de Europa nunca fueron perseguidos por los entonces dueños de las tierras. Al contrario, el colono supo encontrar en el indígena mano de obra barata".
El 21 de julio de 1925 --un año después de la matanza--, el ministro del Interior, Vicente Gallo, reconocía los deseos de Alvear: "El Poder Ejecutivo considera que debe encararse definitivamente, como un testimonio de la cultura de la República, el problema del indio, no sólo por razones de humanidad y de un orden moral superior, sino también porque una vez incorporado a la civilización será un auxiliar valioso para la economía del norte del país".
Fuente: argentina.indymedia.org, 20 de julio de 2004.

De indimedia (Actualidad de los pueblos originarios)


Los golpes militares.

Cuba 50 años.

No dejemos de reclamar...

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Ni olvido ni perdón...

Capaña contra la intolerancia. Por un Mundo de todos y sin desigualdades.‏

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'Tu Cristo es judío, tu escritura es latina, tus números son árabes, tu democracia es griega, tu equipo de música es japónes, tu balón es de Corea, tu videoconsola es de Hong Kong, tu camisa es de Tailandia, tus estrellas futbolísticas son de Brasil, tu reloj es suizo, tu pizza es italiana. ¿Y tú eres el que mira a ese trabajador inmigrante como a un despreciable extranjero?'

Los indios no tienen alma.

Son diez los muertos por desnutrición...

Son diez los muertos por desnutrición...
Los chicos, despreocupados, corren por las polvorientas calle de Fontana. Son aborígenes y criollos que viven en los barrios Cacique Pelayo, Villa Allín y Balastro, donde la degradación humana está a la vista. Allí, la pobreza golpea con rigor. Hoy, la pobreza y la desnutrición se observa a cada paso. Cuando uno concurre a los centros de salud, hay temor de hablar, más aún cuando se trata de obtener estadísticas. "Tienen que pedir en el Ministerio de Salud", es la frase más común. En realidad, se atiende bien a las personas que concurren, pero después de brindar remedios, hierro para las mujeres anémicas y leche para los chicos, el drama se repite: en sus casas no tienen qué comer."Hábitos culturales" El ministro Ricardo Mayol negó así que hubiera habido abandono de persona por parte del Estado y aceptó que la desnutrición existió en los casos señalados, aunque la atribuyó a "hábitos culturales" de los aborígenes. "No hubo abandono. Además, hay hábitos culturales, estilos. Ellos tienen su manera de comer, su manera de alimentarse, y a veces no aceptan la nuestra. Entonces son una serie de cosas que no son sencillas. No estamos haciendo abandono de nada", sentenció. Germán Bournissen, coordinador del Equipo Nacional de Pastoral Aborigen, denunció: "Es verdad que los aborígenes mantienen su medicina tradicional, pero saben bien que hay enfermedades como la tuberculosis que deben tratar en los centros médicos. Lo que sucede es que se acercan a los hospitales y no reciben la atención adecuada". Bournissen sostuvo: "Más que una cuestión de salud, es un problema de soberanía alimentaria porque la desnutrición es el último eslabón de una cadena que comienza con la destrucción del monte donde viven los aborígenes, que es su fuente de alimentación".

DESPABÍLATE AMOR-Mario Benedetti

DESPABÍLATE AMOR-Mario Benedetti
Bonjour buon giorno guten morgen. despabílate amor y toma nota...sólo en el tercer mundo mueren cuarenta mil niños por día...en el plácido cielo despejado flotan los bombarderos y los buitres...cuatro millones tienen sida la codicia depila la amazonia...buenos días good morning...despabílate...en los ordenadores de la abuela O.N.U no caben más cadáveres de Ruanda...los fundamentalistas degüellan a extranjeros...predica el papa contra los condones...havelange estrangula a maradona...bonjour monsieur le maire...forza italia buon giorno...guten morgen ernst junger...opus dei buenos días...good morning hiroshima...despabílate amor...que el horror amanece

Eduardo Longoni - Violencia.

Contribuyentes

EL ANGEL DE LA BICICLETA

EL ANGEL DE LA BICICLETA
"El ángel de la bicicleta" es la historia de Claudio Lepratti, alias "Pocho".Pocho era un muchacho de 35 años que vivía en el barrio Ludueña, sirviendo a la gente como integrante de la comunidad salesiana. Pocho trabajaba en una escuelita de bajos recursos de Rosario, colaborando con un comedor infantil. Su característica era que se movilizaba en su bicicleta y que siempre estaba dispuesto a ayudar a su prójimo.Claudio ―Pocho para todos sus amigos― era 'un pacífico, comprometido con el barrio; el sueldo que sacaba en la escuela lo ponía a disponibilidad de la gente de la villa que lo necesitaba', cuenta, con marcada tristeza, el padre Néstor Gastaldi."El ángel de la bicicleta, le decíamos, porque andaba en su bicicleta, estaba enterándose y buscando la ayuda para cada familia", recuerda el padre Gastaldi. En diciembre del 2001, en medio de la situación sociopolítica que vivía la Argentina, fue asesinado de un balazo en la garganta, mientras le pedía a la policía que no disparase contra el comedor donde él colaboraba, ya que adentro había chicos comiendo. Después de aquel asesinato, por las calles de Rosario se ven las pintadas con una bicicleta alada, recordando a "Pocho".

No nos olvidemos de...

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José Luis Cabezas